Desde épocas inmemoriables la humanidad le ha dedicado poesías, prosas y cantos a la Luna, sobre todo con un contenido romántico, pero tampoco estaban ajenos aquellos que imaginaban ciento de cosas con referencia a ella, hasta el punto de decir que podría ser de queso.
Ni siquiera con la llegada del hombre a la Luna se acallaron las ideas fantasiosas sobre el satélite de la Tierra, y tampoco las autoridades mundiales pudieron hacerse dueñas de ella, siempre es y será un patrimonio de los románticos y soñadores.
Cuando yo era pequeño mi Abuela materna me contaba que aquellas rayas o líneas que se veían con más intensidad cuando la Luna estaba llena, no era ni más ni menos que un zapatero sentado en su banquito de madera en su tarea diaria de arreglar zapatos, con un par de clavos sostenidos en la boca mientras martillaba el taco de un viejo mocasín.
Muchas noche de verano en el jardín de nuestra casa en Nuevo Malvín me quedaba largo rato observando aquel zapatero en sus labores de reparar los zapatos de las personas, también me quedaba pensando como era que le hacían llegar los calzados hasta un lugar tan alejado.
El tiempo fue pasando y siempre me hacía un tiempito, y lo sigo haciendo, para admirar a la Luna en sus diferentes estados, tiene un magnetismo que no solo sobre el mar ejerce, también sobre nuestros corazones y almas.
A mis hijas cuando chicas le contaba la historia que me relataba mi Abuela sobre el zapatero que estaba en la Luna trabajando afanosamente sobre los zapatos de sus clientes, el tiempo fue pasando para ellas y un día llegaron los nietos.
Fiel a mi tradición de continuar con los cuentos de nuestros mayores, a mi nieta mayor le relaté la historia del zapatero de la Luna, pero los tiempos cambiaron, no sé si es que los niños ahora son más rápidos, o en sus genes ya viene un conocimiento más avanzado, pero luego de contarle con todo orgullo el cuento que iba de generación en generación, al terminar se hizo un silencio, y la niña con toda firmeza en sus palabras me preguntó; " y Abuelo, se le puede enviar un correo electrónico ? ".
Realmente es otro el mundo en que vivimos, diferente a nuestros días de niños, la sociedad de la información y la tecnología van haciendo su trabajo sin lugar a dudas. Pero a pesar del mundo globalizado y la correría diaria, es lindo tener un tiempo para observar en plena actividad al zapatero de la Luna.
Ni siquiera con la llegada del hombre a la Luna se acallaron las ideas fantasiosas sobre el satélite de la Tierra, y tampoco las autoridades mundiales pudieron hacerse dueñas de ella, siempre es y será un patrimonio de los románticos y soñadores.
Cuando yo era pequeño mi Abuela materna me contaba que aquellas rayas o líneas que se veían con más intensidad cuando la Luna estaba llena, no era ni más ni menos que un zapatero sentado en su banquito de madera en su tarea diaria de arreglar zapatos, con un par de clavos sostenidos en la boca mientras martillaba el taco de un viejo mocasín.
Muchas noche de verano en el jardín de nuestra casa en Nuevo Malvín me quedaba largo rato observando aquel zapatero en sus labores de reparar los zapatos de las personas, también me quedaba pensando como era que le hacían llegar los calzados hasta un lugar tan alejado.
El tiempo fue pasando y siempre me hacía un tiempito, y lo sigo haciendo, para admirar a la Luna en sus diferentes estados, tiene un magnetismo que no solo sobre el mar ejerce, también sobre nuestros corazones y almas.
A mis hijas cuando chicas le contaba la historia que me relataba mi Abuela sobre el zapatero que estaba en la Luna trabajando afanosamente sobre los zapatos de sus clientes, el tiempo fue pasando para ellas y un día llegaron los nietos.
Fiel a mi tradición de continuar con los cuentos de nuestros mayores, a mi nieta mayor le relaté la historia del zapatero de la Luna, pero los tiempos cambiaron, no sé si es que los niños ahora son más rápidos, o en sus genes ya viene un conocimiento más avanzado, pero luego de contarle con todo orgullo el cuento que iba de generación en generación, al terminar se hizo un silencio, y la niña con toda firmeza en sus palabras me preguntó; " y Abuelo, se le puede enviar un correo electrónico ? ".
Realmente es otro el mundo en que vivimos, diferente a nuestros días de niños, la sociedad de la información y la tecnología van haciendo su trabajo sin lugar a dudas. Pero a pesar del mundo globalizado y la correría diaria, es lindo tener un tiempo para observar en plena actividad al zapatero de la Luna.