Llenó sus pulmones con el viento sur que viene galopando sobre las olas, curtió su piel a puro salitre, y como si fuera poco levantó vuelo junto a las gaviotas. Para él una cancha de fútbol era como una inmensa playa en donde se divertía alegremente compartiendo con sus camaradas. Era un botija alegre que gozaba cada momento vivido y el placer más sublime era provocar el vuelo de la red de un arco adversario.
Nació con ese olfato de gol, siempre atento como la gaviota para robarle los peces al mar. No desperdiciaba ningún instante arremetiendo en el área rival procurando la gloria.
A los 7 años ya lo pusieron en el equipo titular de aquel club de chiquilines llamado "Ciclón", y no falló, desde el primer partido perforó la valla enemiga.
Sus andanzas goleadoras se fueron multiplicando fuera donde fuera y en el barrio de "la vieja barriada sin fin" su nombre comenzaba a hacerse conocido. En la playa, en la calle, los campitos, las canchas de "once", empezaron a ser testigos de su sed goleadora.
Pero el tiempo pasó, sobrevinieron los compromisos, los escollos que la propia vida se encarga de colocar como pruebas para irnos recibiéndonos de persona adulta. Y la cancha fue otra, ya no tenía dos arcos con redes, y el partido no tenía ni primer, ni segundo tiempo, no había momentos para descansar. Pero sin dudarlo aquel viento sur que llenó sus pulmones cuando chico le daba la resistencia para la dura lucha de la vida; aquel salitre impregnado en su piel le dio la coraza para soportar los golpes.
Cuando se es honesto y derecho no se te da la oportunidad de hacer un gol de media cancha!!! esos privilegios son para otros. Al honesto siempre lo acosa el minuto final, y como sea, de cabeza, de rebote, a los empujones o con la mano, se logra apenas empatarle a la vida ..... y ya es bastante.
Goleadores hay por todos lados, que intentan día a día hacerle un gol a la vida, pero muchas veces no lo saben o no lo quieren asumir. Son goleadores humildes, sin mucho ruido, batalladores, que aunque tengan la hinchada en contra y hasta el árbitro también, se las ingenian para darle a la pelota y hacerle un gol a la injusticia.
El goleador de la playa se crió en la costa, pero hay otros en la campaña, en los barrios pobres, en las casitas de madera y cartón; procurando centros o pases al vacío que lo dejen cara a cara con el arco y hacer el gol de su vida. Y cuando lo logran hacer ese gol no hay reporteros gráficos, ni cámaras de televisión que logren eternizar ese momento, simplemente y que cosa más linda que el festejo con su familia.-
Nació con ese olfato de gol, siempre atento como la gaviota para robarle los peces al mar. No desperdiciaba ningún instante arremetiendo en el área rival procurando la gloria.
A los 7 años ya lo pusieron en el equipo titular de aquel club de chiquilines llamado "Ciclón", y no falló, desde el primer partido perforó la valla enemiga.
Sus andanzas goleadoras se fueron multiplicando fuera donde fuera y en el barrio de "la vieja barriada sin fin" su nombre comenzaba a hacerse conocido. En la playa, en la calle, los campitos, las canchas de "once", empezaron a ser testigos de su sed goleadora.
Pero el tiempo pasó, sobrevinieron los compromisos, los escollos que la propia vida se encarga de colocar como pruebas para irnos recibiéndonos de persona adulta. Y la cancha fue otra, ya no tenía dos arcos con redes, y el partido no tenía ni primer, ni segundo tiempo, no había momentos para descansar. Pero sin dudarlo aquel viento sur que llenó sus pulmones cuando chico le daba la resistencia para la dura lucha de la vida; aquel salitre impregnado en su piel le dio la coraza para soportar los golpes.
Cuando se es honesto y derecho no se te da la oportunidad de hacer un gol de media cancha!!! esos privilegios son para otros. Al honesto siempre lo acosa el minuto final, y como sea, de cabeza, de rebote, a los empujones o con la mano, se logra apenas empatarle a la vida ..... y ya es bastante.
Goleadores hay por todos lados, que intentan día a día hacerle un gol a la vida, pero muchas veces no lo saben o no lo quieren asumir. Son goleadores humildes, sin mucho ruido, batalladores, que aunque tengan la hinchada en contra y hasta el árbitro también, se las ingenian para darle a la pelota y hacerle un gol a la injusticia.
El goleador de la playa se crió en la costa, pero hay otros en la campaña, en los barrios pobres, en las casitas de madera y cartón; procurando centros o pases al vacío que lo dejen cara a cara con el arco y hacer el gol de su vida. Y cuando lo logran hacer ese gol no hay reporteros gráficos, ni cámaras de televisión que logren eternizar ese momento, simplemente y que cosa más linda que el festejo con su familia.-
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