La tormenta en aquella noche de febrero fue impresionante, fiel reflejo de los cambios climáticos que vienen sucediendo en los últimos tiempos. Asunción luego del fenómeno quedó arrasada, cables caídos, árboles vencidos por el viento, murallas derrumbadas, y el raudal que se lo lleva todo a su paso.
El chivato, un árbol inmenso de hermosas flores rojas daba la sombra fresca a todo aquel que la precisara acompañado de un fresco tereré. Era un árbol más dentro de la flora del parque, muchas veces hasta pasaba desapercibido, pero estoicamente estaba ahí desde hacía más de 60 años.
Aquella noche de febrero sucumbió ante el poderoso viento y fue tumbado. Sus raíces cedieron, pero una de ellas se aferró a la tierra con las fuerzas que le quedaban como un último grito de vida.
En la mañana siguiente todo era calma, como siempre después de una tempestad. Cuando llegamos al Parque Carlos Antonio López de Sajonia, el espectáculo no era de lo mejor, muchos árboles caídos, y entre ellos el inmenso chivato. Desplomado mirando al norte con aquella única raíz que continuaba aferrándose a la vida. Cuando ya caía la tarde dos amigos encuentran en el pozo dejado por el chivato, unos huesos, comienzan a escarbar y aparecen otros, todo un hallazgo, sobre todo si recordamos que ese parque tiene una historia no muy común. En la época de la guerra de la Triple Alianza fue un hospital y cementerio, luego tomado por los brasileros cuando invaden Asunción. Posteriormente a principios del siglo XX se transladan los restos que yacían en el cementerio hacia otro camposanto ubicado al sur de la ciudad. Pero muchos quedaron. Y después de tanto tiempo aparecen estos.
Se creó todo un movimiento de gente en aquel anochecer en el parque, periodistas con sus cámaras fotográficas, la televisión, la policía al mejor estilo de los investigadores cercando el lugar, vecinos del barrio, autoridades municipales. Todos miraban y volvían a mirar los huesos ya guardados en bolsitas de nylon y crecían las intrigas, se calculaba la edad del árbol y se discutía si los huesos fueron enterrados antes de crecer el chivato o después de crecido.
El forense de la municipalidad confirma que son huesos humanos. Alguien sugiere que debería haber más huesos, otro comenta que tal vez fue un crimen pasional, y así se fueron tejiendo un montón de historias.
Una periodista da la idea de la prueba de ADN pero que lamentablemente se debe realizar en el extranjero. Un vecino propone la prueba con carbono 14 para saber la edad de los huesos, pero tampoco es posible, no se realiza esa prueba en el país.
Durante algunos días el chivato yacía tendido con su copa hacia el norte aferrándose a la vida con una sola raíz.
Unos días más tarde funcionarios municipales le cortan su copa y ramas, lo enderezan, tapando así el pozo en donde se encontraron los huesos.
Hoy el chivato comienza a echar sus nuevas ramas, salvando su vida, la cual había sido aferrada a través de una raíz. Vuelve a vivir, por su lucha y perseverancia. Guarda el silencio de como fueron a llegar esos huesos que descansaban bajo su tronco.
Los huesos siguen en aquellas bolsitas de nylon sin que nadie haya podido averiguar nada hasta ahora, como sucede con tantas otras cosas de la vida.
Cuando pasamos cerca de él en nuestros diarios ejercicios, parece que nos mirara, con una mirada cómplice de un secreto que seguirá guardado entre sus raíces.
El chivato, un árbol inmenso de hermosas flores rojas daba la sombra fresca a todo aquel que la precisara acompañado de un fresco tereré. Era un árbol más dentro de la flora del parque, muchas veces hasta pasaba desapercibido, pero estoicamente estaba ahí desde hacía más de 60 años.
Aquella noche de febrero sucumbió ante el poderoso viento y fue tumbado. Sus raíces cedieron, pero una de ellas se aferró a la tierra con las fuerzas que le quedaban como un último grito de vida.
En la mañana siguiente todo era calma, como siempre después de una tempestad. Cuando llegamos al Parque Carlos Antonio López de Sajonia, el espectáculo no era de lo mejor, muchos árboles caídos, y entre ellos el inmenso chivato. Desplomado mirando al norte con aquella única raíz que continuaba aferrándose a la vida. Cuando ya caía la tarde dos amigos encuentran en el pozo dejado por el chivato, unos huesos, comienzan a escarbar y aparecen otros, todo un hallazgo, sobre todo si recordamos que ese parque tiene una historia no muy común. En la época de la guerra de la Triple Alianza fue un hospital y cementerio, luego tomado por los brasileros cuando invaden Asunción. Posteriormente a principios del siglo XX se transladan los restos que yacían en el cementerio hacia otro camposanto ubicado al sur de la ciudad. Pero muchos quedaron. Y después de tanto tiempo aparecen estos.
Se creó todo un movimiento de gente en aquel anochecer en el parque, periodistas con sus cámaras fotográficas, la televisión, la policía al mejor estilo de los investigadores cercando el lugar, vecinos del barrio, autoridades municipales. Todos miraban y volvían a mirar los huesos ya guardados en bolsitas de nylon y crecían las intrigas, se calculaba la edad del árbol y se discutía si los huesos fueron enterrados antes de crecer el chivato o después de crecido.
El forense de la municipalidad confirma que son huesos humanos. Alguien sugiere que debería haber más huesos, otro comenta que tal vez fue un crimen pasional, y así se fueron tejiendo un montón de historias.
Una periodista da la idea de la prueba de ADN pero que lamentablemente se debe realizar en el extranjero. Un vecino propone la prueba con carbono 14 para saber la edad de los huesos, pero tampoco es posible, no se realiza esa prueba en el país.
Durante algunos días el chivato yacía tendido con su copa hacia el norte aferrándose a la vida con una sola raíz.
Unos días más tarde funcionarios municipales le cortan su copa y ramas, lo enderezan, tapando así el pozo en donde se encontraron los huesos.
Hoy el chivato comienza a echar sus nuevas ramas, salvando su vida, la cual había sido aferrada a través de una raíz. Vuelve a vivir, por su lucha y perseverancia. Guarda el silencio de como fueron a llegar esos huesos que descansaban bajo su tronco.
Los huesos siguen en aquellas bolsitas de nylon sin que nadie haya podido averiguar nada hasta ahora, como sucede con tantas otras cosas de la vida.
Cuando pasamos cerca de él en nuestros diarios ejercicios, parece que nos mirara, con una mirada cómplice de un secreto que seguirá guardado entre sus raíces.
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